viernes, 13 de febrero de 2009

De esta gente es de la que hay que tomar nota.

"Mi nombre es Richard E. Hoyt Jr., y tengo parálisis cerebral. No puedo hablar ni caminar. Para escribir esta historia, estoy usando una computadora con un software especial. Cuando muevo ligeramente la cabeza, el cursor se mueve a través de un alfabeto. Cuando llego a la letra que quiero, presiono un interruptor que está al lado de mi cabeza.

Soy la mitad del equipo Hoyt. Somos un equipo de padre e hijo, y competimos en maratones y triatlones alrededor del mundo. Nuestra meta es educar a la gente acerca de cómo la gente con alguna discapacidad puede llevar una vida normal.

Empezamos a competir en 1979. Mi escuela secundaria estaba organizando una carrera para recolectar dinero para un jugador de lacrosse que quedó paralizado en un accidente. Quería mostrarle a este atleta que la vida puede continuar, así que le pregunté a mi papá si podía empujarme. Mi silla de ruedas no estaba construida para competencias, pero papá se las arregló para empujarme los 8 kilómetros enteros. Llegamos junto con el último, pero en las fotos que nos tomaron cruzando la línea de llegada ¡tenía una sonrisa de oreja a oreja!

Cuando fuimos a casa, usé mi computadora para decirle a papá “¡cuando estoy corriendo, siento que mi discapacidad desaparece!”. Así que nos unimos a un club de corredores, compramos una silla especialmente construida para correr y entramos a nuestra primera carrera oficial. Varios de los atletas no querían que participásemos, pero el director ejecutivo del evento nos dio el permiso.

Pronto estábamos compitiendo en tres carreras cada semana, e incluso tuvimos nuestro primer evento doble -una carrera de tres millas y nado de 800 metros. Papá me sostuvo por la nuca e hizo las brazadas en todo el recorrido del nado.

Queríamos correr en la maratón de Boston, pero no se nos permitió entrar porque no habíamos participado en ninguna carrera calificatoria. Más tarde, en 1980, competimos en la maratón de la Marina, en Washington, terminando en 2 horas y 45 minutos. ¡Eso nos calificó para Boston!



Unos cuantos años más tarde, después de una carrera en Massachusetts, un hombre se acercó a mi papá y dijo “usted es todo un atleta. Debería considerar un triatlón”. Papá dijo “Claro, mientras pueda hacerlo con Rick”. El hombre se alejó. Al año siguiente, el mismo hombre repitió su frase. Nuevamente papá dijo que lo haría, pero sólo conmigo. Esta vez el hombre dijo “ok, veamos qué equipo especial es el que necesitará”.

Así que en el día del padre de 1985 competimos en nuestra primera triatlón. Incluyó una carrera de 16 km, durante la cual papá me empujó; nado por 800 m, durante la cual papá me llevó en un bote salvavidas con una soga atada alrededor de su pecho; y una carrera de 80 km en bicicleta, durante la cual él me remolcó en un carrito detrás de él. Terminamos al último, pero a ambos nos encantó.

Poco tiempo después, hicimos nuestra primera triatlón Ironman. A hoy, hemos competido en más de 950 carreras, incluyendo 25 maratones de Boston y seis Ironmans. Durante cada evento, siento cómo desaparece mi discapacidad.

La gente me pregunta con frecuencia “¿qué harias si no estuvieras discapacitado?”. La primera vez que me lo preguntaron, probablemente dije jugar béisbol o hockey. Pero cuando lo pensé un poco más, me di cuenta que le diría a mi papá que se siente en mi silla de ruedas para que yo pudiera empujarlo. Si no fuera por él, probablemente yo estaría viviendo en un hogar para discapacitados. Él no es sólo mis brazos y mis piernas. Él es mi inspiración, la persona que me permite vivir mi vida al máximo e inspira a otros a hacer lo mismo.

Gracias, papá".


Este es uno de los videos más representativos de esta historia:

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